Por Julio Hotus Salinas
Û’oke; El gigante que hundía la tierra.
Al abandonar Hiva, Hotu matu’a y su hermana Avareipua escapaban de las guerras causadas por la sobrepoblación y los cataclismos que eran obra de Û’oke, el gigante.
El poder del portentoso ser era extraordinario, siempre premunido de una gran vara, que para un ser humano normal , significaría arrastrar un tronco de varios metros de largo y de un grosor igualmente significativo.
Û’oke era su nombre, y su juego favorito era, hundir la tierra y levantar el tai ê, el maremoto.
Había hecho estragos en toda la tierra de Hiva, hundía tierra y levantaba las olas , cubriendo y arrasando villas completas, junto a todos sus habitantes. Todas las depresiones ya estaban bajo el mar y solo quedaban las cumbres, que formaron archipiélagos.
Avanzó el gigante desde el poniente hacia donde nace el sol; golpeaba la tierra con su gran vara de madera aito, tan dura como el acero, las colinas saltaban, los valles se anegaban tras su paso.
El tai ê inundaba todo, Û’oke se detenía a observar cuando, producto de su ataque, el mar arrasaba con todo.
La gente que habitaba los terrenos mas bajos ya se habían preparado, sus canoas y catamaranes estaban equipadas para la emergencia.
Pronto, los habitantes de Hiva se hicieron a la mar buscando dónde establecer sus nuevos poblados y sobrevivir. Sabían que el portentoso ya avanzaba hacia el sol naciente, y les llevaba ventaja. Pero no tenían opción, las tierras del poniente ya estaban arrasadas y superpobladas.
El gigante se acercaba a Rapa Nui y ya había hundido mucha tierra que conectaba a la isla con Hiva.
Cerca de la costa sur golpeaba y desprendía grandes extensiones de tierra y rocas; unas gigantescas piedras quedaron junto al cráter de Rano kau , formando los islotes que más tarde Hotu y Avareipua llamaran Ko te motu, Ko ngakope ririva a Ta’anga (Los hijos bellos de Ta’anga convertidos en rocas, por obra del gigante).
Siguió Û’oke por varios lados y formó la costa, hundía y dejaba que el mar inundara. Al llegar a un punto en el norte, ya había hundido varios kilómetros a la redonda.
Observaba y quería seguir hacia oriente, hacia donde había más tierra. Quiso dar el toque final en la costa más septentrional , levantando su vara y perforando la tierra para partirla. Pero ésta se trabó…con toda su fuerza hizo palanca y fue tanta la presión que aplicó, que la férrea vara se partió en tres. Encolerizado por su error, trató de hundir la tierra con sus gigantescos pies, pero su fuerza no era efectiva sin la gran vara.
Frustrado se quedó mirando el lugar, que ya no cedía a las olas, y le puso el nombre de Ko te hatinga akauve o Û’oke (El lugar donde la vara de Û’oke se quebró). Éste se ubica en la costa norte , cerca de la playa de Anakena.
Tai ê; maremoto
Se denomina “tai ê” a todas las marejadas o mareas que salen de lo normal. Sean éstas por acción del viento, mareas vivas o por movimientos sísmicos. No existe una palabra específica para los temblores o terremotos, se manifiestan a lo lejos.
Algunos estudiosos atribuyen a movimientos sísmicos la destrucción de los altares megalíticos, pero es una tesis poco conocida y aceptada.
Los tai ê o maremotos o grandes marejadas, si son bien conocidas, son recurrentes en los lugares más expuestos en la costa. Las bahías abiertas y las costas bajas son las más vulnerables.
El año 1960, después del gran terremoto de Valdivia, horas más tarde, una ola gigantesca terminó de derribar la gran plataforma del Ahu Tongariki en la costa sureste.
¿Qué pasó en ahu Tongariki?
El poblado de Hangaroa , en la costa oeste de la isla, continúa siendo el único. El año 60, para el terremoto de Valdivia, los habitantes ni se enteraron sino hasta varias horas más tarde del maremoto que arrasó con la estructura megalítica más grande de la cuenca del Pacifico precolombino. Menos sabían del cataclismo que cobró tantas vidas en el sur de Chile.
Los ovejeros que trabajaban en los campos aledaños al monumento fueron testigos de los daños causados por el maremoto.
Para dimensionar la fuerza de la o las olas que entraran por el bajo en que se emplazaba la obra, es importante conocer las proporciones de esta última.
Cerca de dos cuadras de largo, con una pared de cara al mar, de más de cinco metros de alto, era la base. Sobre ésta, más de quince estatuas que pesaban entre veinte y cincuenta toneladas. Nada quedo en pie.
Ya el monumento había sido derribado por humanos u otros factores naturales en tiempos de la prehistoria rapanui, y los “moai” o estatuas se encontraban de bruces frente al gigantesco altar.
El “tai ê” o maremoto no dejo piedra sobre piedra, todo fue desperdigado como si fuera gravilla, la fuerza del mar se tragó el altar.
El “tai ê” del 2010 y 2011
Para cuando el terremoto y maremoto se desató en las costas de la región centro sur de nuestro país, a principios del 2010, en la isla no hubo consecuencias importantes. Sólo se observó un comportamiento anormal de la marea que, unas cinco horas después del fenómeno telúrico, se manifestó en las costas, pero fue de baja magnitud. Lo mismo sucedió el 2011 para el terremoto de Japón.
Conclusión
El concepto de maremoto y marejada para la mirada de la gente de Rapa Nui, se denomina con una sola palabra: Tai ê. En las leyendas de los colonizadores de la isla en tiempos remotos, se mencionan los maremotos que azotaban las tierras más bajas. Se trata de un pasaje del mito de los dos hermanos que guiaron a los primeros humanos que poblaron la remota Rapa Nui.
En parte del relato, los exploradores que precedieron la llegada de las flotas, junto a multitudes de ansiosos tripulantes, a viva voz, advirtieron a los líderes embarcados , que la isla no era una buena tierra; que la hierba mala crecía sin control; que mientras ésta se removía para limpiar el terreno, enseguida crecía la cizaña.
El jefe Hotu Matu’a le respondió que prefería arrancar hierba eternamente, a estar a merced de las olas.
Los maremotos están dentro de las leyendas como uno de los motivos principales del éxodo desde Hiva y el consecuente descubrimiento y colonización de la isla. En una tierra rodeada por miles de kilómetros cuadrados de océano, sentirse a merced del mar es una condición que hace buscar una respuesta para navegar y sobrevivir entre las olas, las marejadas y los maremotos.